Hoy os animo nada más a aprovechar para detenernos a mirar por unos minutos a lo que el 2014 nos ha brindado.
Puede que a más de uno viendo el panorama
nacional e internacional, este año le rime tan sólo con desengaño, pero vamos a
procurar sacar alguna lección de lo que estos 365 días nos dejan, que el reloj
es implacable y no hay súplica que valga para aminorar su tempo.
Que haya más abdicaciones, como hiciera
el Rey el pasado 2 de junio, de esas que significan renunciar a ventajas, que a
tantos de oscuros tarjeteros abultados les sobran, porque si no, terminarán por
provocar en personas ya quemadas algún incendio mayor que el que sufrieron los
trabajadores de Campofrío hace unos meses.
Que nada frene a quienes luchan con toda
razón por un mundo más justo, que los paraguas que sacaban como símbolo de una
revolución que demandaba elecciones libres en Hong Kong no caigan en el olvido,
y en cambio, paradójicamente, nos mojen un poco, nos hagan ver la cruda
realidad de países como su vecina Korea, donde el estreno de una película que ridiculiza
a su líder logra poner en jaque a medio planeta.
Que se quebranten de una vez las
fronteras en los corazones, en las mentes, tanto de los poderosos como de los que no lo somos,
porque será la única manera de que algún día podamos prescindir de las reales. Que
no nos importe más nuestro muro de facebook que el muro que nos separa de Marruecos y que
este año, una vez más, tantas vidas se lleva por delante.
Que no desaparezcan nuestras ganas de
hacer mil y una cosas, y tampoco nuestra iniciativa para que no se queden en simple
deseo y llevemos a cabo todo propósito de año nuevo. Que nunca se sabe cuándo
puede desaparecerte todo sin avisar, como ocurrió en marzo con un avión
completo de Malaysia Airlines o como les sigue ocurriendo día tras día a
quienes se ven obligados al éxodo.
Que si ha de infectarnos algo, sea la
empatía, que su ausencia empieza a ser tan preocupante que tal vez haya que
buscar vacuna para ello como única forma de salvación que permita después lograr remedio a
lo demás. O tal vez necesitemos una dosis de valentía, de la que les sobra a
quienes se mantienen al pie del cañón, cuando lo sensato sería huir de
situaciones como la desatada en la zona de Liberia y tantos otros países que no
sabemos ni ubicar.
Y que a pesar de los pesares, tengamos la
certeza de que lo malo ayuda a valorar
mejor todo lo bueno, que a quienes perseveran en sus luchas terminará por llegar.
Porque todavía hay miles de voluntarios
dispuestos a ayudar cuando la necesidad aprieta. Porque nunca nos falta el sentido
del humor que logra que más de 9 millones de personas salgan a reírse de los
tópicos regionales al cine. Y ojo, todavía queda humor ingenioso para dar y
regalar por las redes sociales cuando algún joven sinvergüenza se cuela donde
le interesa para lograr risueñas "selfies" con quien calcula que le hará medrar en
fama. Porque no nos abandona la ilusión, que ha llevado a tantos a regalar
décimos en sobres rojos a la espera de situaciones como la del entrañable “Bar
de Antonio”. Porque nos queda mucho por
hacer, mucho por vivir y muchos lunes que comenzar con más energía que nadie
para desentonar con el mundo mostrando una sonrisa como decía la amiga Mafalda.
¡Feliz 2015!